está herido dentro de mi mi corazón.
Cual sombra que declina
me voy desvaneciendo,
soy espantado como la langosta.
Por el ayuno se doblan mis rodillas,
falto de aceite mi carne enflaquece,
así he llegado a ser lubridio de ellos.
Los que me ven, menenan la cabeza.
Salmo 109
Salmo 109
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