12.8.08

Bomarzo

En Bomarzo, cuando no podía dormir porque me desvelaba la congoja, y salía a caminar por los alrededores que apenas iluminaba la vacilación del alma, oía unos pasos de felpa, sigilosos, como de alguien que temía hacer ruido y delatarse, y que me acompañaba en mis andanzas nocturnas. Eran los osos, los osos vigilantes de los Orsini, cuyo áspero pelaje se disimulaba en las sombras de las galerías. Me seguían con suave cautela, enormes y mudos. Me cuidaban. Nucna conseguí ver a mi secreta escolta. Alguna vez creí distinguir un fulgor de dientes, un relampaguear de zarpas. Me acerqué de un salto, pero sólo encontré penumbras polvorientas. Hace pocos días leí un poema de Victoria Sackeville-West que describe idéntica sensación. En el castillo de Knole, los leopardos de sus armas iban detrás de ella -velvet footsteps-, como los osos de nuestro blasón (los osos y no la serpiente; los osos, los osos) marchaban tras de mí, en Bomarzo.



Manuel Mújica Laínez
BOMARZO


1 comentario:

Anónimo dijo...

Menos mal que se que son buenos, sino me daria miedo. Ademas tu sabes que son amigos y te protegen.
¡Hombre ya¡
TGM