5.8.08

ImPublicable

EUROPA, 2009

Al llegar, lo primero que hizo fue abrir el periódico, despacio. Allí encontró en primera página, junto a la declaración de Madrid como la ciudad más accesible y preparada para acoger las Paraolimpiadas de 2016, el siguiente titular: “Aprobada por el Parlamento Europeo la Directiva de No-Discriminación”. Entonces, se arqueó sobre la silla especial y no pudo evitar que una ligera sonrisa bañara sus labios mientras recordaba…

En el año 2007, junto con otros jóvenes discapacitados, mayores y sus familias, habían conseguido más de un millón de firmas para la participación de las personas con discapacidad en todas las decisiones del Parlamento Europeo. Recordó el año anterior, cuando se aprobó la Ley de Promoción de Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia y cómo lucharon por situar en primer lugar la autonomía personal, en lugar de atención a la dependencia para los jóvenes con discapacidad, que promoviera la normalización, accesibilidad, no discriminación e igualdad de oportunidades para un colectivo que suponía más del diez por ciento de la población europea.

Recordó como el movimiento de la discapacidad había sido pionero en propugnar la democracia participativa, bajo el lema: “Nada para nosotros, sin nosotros”, adoptado con éxito por el Tratado de Lisboa, como la mejor asunción de la democracia que empezaba a entenderse y extenderse como mancha de aceite por todo el Continente europeo. Recordó como la igualdad de oportunidades había permitido a su amiga Mercedes, con parálisis cerebral, sacar el número uno en las oposiciones a Psicóloga del estado y también a aquel amigo que se cansó de luchar y dejó que el sol derritiera sus alas de Ícaro, en un viaje postrero.

Se dio cuenta de que la directiva que aprobara el Parlamento Europeo, aquella primavera, estaba menos adelantada que toda la legislación española con el fin de igualar los niveles de cumplimiento y exigencia para los Veintisiete países miembros de la Unión Europea, y homogeneizar la normativa continental con el recién aprobado Tratado Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU. El primer y más ambicioso Tratado Internacional de la Organización de las Naciones Unidas en todo el siglo XXI.

Recordó las conversaciones que hicieron que la Directiva nº 13, recién aprobada, al igual que en los casos de violencia de género, invertiera la carga de la prueba para demostrar la No-discriminación hacia las personas con discapacidad en toda Europa. Recordó como antes, las encuestas decían que la mitad de los ciudadanos había sido testigo de la discriminación y cómo, más de tres cuartas partes de ellos, apoyaban medidas contra la discriminación en la Educación o el Empleo. Recordó la pasada campaña, con todos los parlamentarios europeos pidiendo el voto unánime de los veintisiete países miembros de la Unión Europea, único válido y necesario para la iniciativa, y el papel pionero de España en todo este proceso para dotar de igualdad de derechos y oportunidades a las personas con discapacidad.

Recordó todo esto y no pudo evitar sentir orgullo por el trabajo que, de manera anónima, voluntaria y durante tanto tiempo, tantas personas habían realizado por un futuro mejor. No pudo evitar pensar que todo aquel esfuerzo había merecido la pena. Se dejó caer en el sillón y enjuagó con un pañuelo la sonrisa que le asomaba a los ojos. Cerró el diario despacio, y se preparó a empezar otra jornada de trabajo.


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