Aldo se quedó sin voz a los 32 años. No fue capaz, después de aquel frenazo brusco en una carretera secuendaria, cegado ante la salida del sol, de volver a articular palabra. Nunca más pudo decir nada. Una emoción extraña le embargaba, y de su boca sólo salían especie de mugidos de vaca y además, flaca. Los doctores, cabizbajos sobre sus batas blancas, no pudieron hacer ni decir nada más que; "Lo sentimos Aldo, no entendemos nada. No sabemos por qué ha perdido la voz, ni tampoco si podrá recuperarla."
Aquella tarde, en la salita blanca inmaculada y mirando un jarrón de gardenias blancas, se sintió como un niño al que han robado el alma. No podía dejar de pensar ante la pérdida de uno de los atributos que le diferenciaba de toda los profesores de Matemáticas. Aquella voz suave y profunda, grave pero melódica con estridencias armónicas que configuraban parte de su personalidad. La impotencia, el temor, el desencanto, como el último cisne blanco de un oscuro lago olvidado, parecían cuerdas de guitarra que querían, sin poder, rasgar su garganta. No hablaba.
Aunque pensaba. Se dio cuenta de las ventajas de su nueva situación, amén de los defectos. Pensó que no tendría porqué dar conversación en el ascensor a la señora del sexto. Ni pedir disculpas o coger el teléfono. Quizá oyera mas de lo que antes hablaba. Escucharía mucho y no podría decir nada. Probablemente se volvería más sabio. Además, quizá algún día la cura, el milagro, la voz, llegaran. Volvieran a encarnarse lo perdido entre sus labios, a usar sus dientes, la fuerza del soplo para silbar o dar gritos si se enfadaba, reír si se alegraba o musitar dulces palabras, números e interjeciones. Aunque le parecía mejor, no pensar en eso ahora.
Así se expresaría con emociones básicas que reflejaría en su cara; alegría, tristeza, miedo, seguridad, enfado. Siempre le habían dicho que tenía un rostro muy expresivo. Quizá fuera hora de explotarlo. A lo mejor, hasta ligaba el doble o más que antes, que no ligaba nada, por solidaridad, pena o el misterio que pudiera suscitar. Quizá tendría que aprender a escribir o a dibujar, o comunicarse en lengua de signos, que le gustaba y siempre le había parecido más universal que las palabras, a pesar de que no los comprendiera. De cualquier forma, seguiría intentando volver a emplear el habla por su cuenta, durante la recuperación, aunque ahora mismo no le interesara.
Después de todo, pensó, era cuestión de esperar a que alguien le hablara y, simplemente, poner buena o mala cara. Iba a ahorrar un montón de saliva.
El Proceso PEACE, diseñado por el asesor filosófico Lou Marinoff; Consiste en una serie de pasos para lograr el equlibrio interior ante cualquier problema que pueda surigir en la vida. Como él dice; "Hay gente que lo domina en una jornada, mientras que otr@s necesitan varias sesiones". Los cinco pasos son: -Problema -Emoción -Análisis -Contemplación y -Equilibrio.
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